Cuentan por ahí que los Ashantis se saludan con la mano izquierda como símbolo de amistad y confianza en la otra persona, ya que deben dejar su escudo para hacerlo, por lo tanto quedan totalmente desprotegidos confiando en la persona que estrecha su mano.
Se ha escrito mucho sobre lo que se ha perdido con esta pandemia, y cada uno tendrá su lista, su dolor.
Como no soy ajeno a esto también tengo la mía, pero lo que quiero contar ahora es otra cosa que veo que se ha perdido o modificado.
Como los Ashantis, los argentinos tenemos un acto que es el símbolo de comunión, de amistad, de compartir, de dar y recibir, de confianza en el otro: el mate.
El “paso por tu casa, tomamos unos mates y charlamos” ya se sabía que venía de charla larga. Esa charla de amigos que empieza con el comentario del partido y termina filosofando la vida. Y pasan las horas y los mates. Las risas y las discusiones, y otra vez las risas. El mate con la misma bombilla porque confiábamos ciegamente en el otro. No preguntábamos. Era una deshonra limpiar la bombilla entre mate y mate.
“Hacemos un zoom y charlamos”, no me vengan con que es lo mismo. Es lo que hay, pero no es igual. Ya nada es igual.
Como los Ashantis, los argentinos tenemos un acto que nos diferencia: el abrazo. Quienes han tenido la oportunidad de viajar a otros países lo saben. Ese abrazo de chocar pecho con pecho al mismo tiempo que las manos golpean la espalda del otro. Esa unión que se da en la confianza del otro, en el otro. Ahora nos tenemos que cuidar, nos alejamos, el saludo viene de lejos, tres metros de distancia y los más osados “choque de puños”.
De a poco nos vamos dando cuenta que lo que más hemos perdido es la confianza en el otro, de la comunión con el otro.
La lista es mucho más larga pero la dejo para cuando me junte con mis amigos.
Hablando de amigos, como dijo el Negro González, extraño reirme a carcajadas. Esta pandemia nos ha robado algo tan simple y humano como reírnos a carcajadas con amigos, con esas historias que se repiten de cena en cena, que ya todos conocemos pero que son tan nuestras.
Esas carcajadas que se multiplicaban en las noches largas compartidas, que no se repetirán porque algunos ya no están.
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