Apasionados por el futbol. Apasionados por los autos. Apasionados por el vino. Apasionados por la música. Apasionados por la tecnología. Apasionados por el gimnasio. Apasionados por lo libros. Apasionados por los animales. Apasionados por la fotografía. Apasionados…
Vivimos apasionados.
Nos hacemos apasionados por lo que conocemos. Por lo que aprendemos sobre algo o sobre alguien.
Por ejemplo, aprender sobre la música cambia la música. Lo que los expertos de música oyen tiene más notas, más instrumentos, más ritmo… que lo que una persona común descubre cuando escucha la misma pieza. Por supuesto esto no significa que la música cambia técnicamente, pero si la manera en que la experimentamos se modifica, esto es como si se modificara la música en sí.
Hace mucho tiempo y desde distintas áreas se está estudiando cuales son los caminos hacia una nueva forma de educación.
Un curriculum prefijado, un docente que entra a un aula y recita todos los años de la misma manera cada tema, no alcanza a estimular a los chicos de hoy, que son distintos a los del año pasado, distintos a los de hace 50 años y distintos a los del año que viene.
Los chicos son todos distintos y ahora son muchísimo más distintos que antes porque tienen más estímulos, más consumos culturales, más ofertas.
Alejandro Piscitelli, comentaba en una nota a Página 12:
“Tener un home theater y después ir a la escuela, es como ver una TV en blanco y negro y en cámara lenta. Alguien puede decir: es mejor enseñar en blanco y negro porque así los chicos no se distraen y con la cámara lenta pueden incorporar mejor los conceptos. Ferrés dice: “No, así no funciona”. Dice que en la escuela –en la mayoría de los casos– no hay libido, no hay deseo, no hay vértigo, nada llamativo, no hay ocurrencia. Y que el docente, y esto vale para todos los profesionales, no puede ser un mal comunicador, no tiene derecho a serlo. Si no sabe decir, no sabe nada.”
“…un docente debe ser un buen comunicador. Un Tinelli con contenidos.”
A lo que apunta Piscitelli o Joan Ferrés es simplemente a que el docente debe despertar el interés en el alumno, debe apasionarlo. Nada tan conocido ni tan viejo, pero si olvidado.
Hace 80 años atrás la abuela de mi señora (ambas integrantes de una larga familia de docentes) preparaba personalmente el material que leían sus alumnos, los mapas, los dibujos. Mucha tinta china de colores y collage. Realizaba obras de títeres y les narraba cuentos e historias. Imaginen ese contexto: la mayoría de los libros de estudio eran textos impresos en negro y con muy pocas imágenes, ella los hacía a colores. No muchos tenían acceso a un libro, ella les leía las mejores historias escritas. Ella era, cada día, la mejor motivadora, la mejor conductora. Ella generaba interés en sus alumnos. Ella entraba cada día a su escuela con la pasión de educar en sus venas y lo lograba transmitir a sus chicos.
Lentamente se está perdiendo pasión por la docencia. No la responsabilidad, sigue habiendo muchísimos docentes, en todos los niveles, con mucha responsabilidad por su profesión. Pero día tras día se debilita en ellos la llama que los lleva a compartir un día de clases.
Sin pasión por lo que hacemos, los docentes tal vez logremos que los estudiantes aprendan igual; pero si le ponemos pasión, dejaremos una marca para toda la vida.
Si la pasión no está presente en el aula corremos el riesgo de estar en una clase totalmente aburrida y sin sentido de la cual nadie quiere participar, en la que no escuchemos a los chicos. Cuando debería ser todo lo contrario amor, pasión y entrega en cada gesto y en cada actitud.
Los decentes debemos renovarnos y reenamorarnos de la docencia. Vivir la vocación docente como una pareja de enamorados que piensan a menudo en cómo sorprender al otro, en qué le gusta, e intentan agasajarlo. Escuchan con atención lo que el otro les cuenta, comparten sus alegrías y hacen lo posible por calmar sus ansiedades o sus tristezas. Se preocupan porque el otro crezca profesional y espiritualmente y lo apoyan en sus proyectos e ilusiones.
Independientemente del porqué hayamos elegido trabajar como docentes tenemos que intentar amar lo que hacemos y hacerlo con amor.
Vivamos apasionados por la docencia. Vivamos cada día la pasión de educar.
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